Y esta felicidad se acentúa aún más, al pedalear por la hermosa y fascinante capital alemana, mi ciudad favorita del momento: Berlín.
BikeSurf.Org en la Puerta de Brandenburgo. Foto: Yadira Espinoza |
Así es, por fin ayer se cumplió mi pequeño gran sueño, gracias a "Bike Surf", un proyecto creado en el 2012 que se encarga de prestar bicicletas a viajeros con bolsillo pequeño o a personas locales que no tienen bicicleta, a fin de que recorran y conozcan la ciudad en el medio de transporte más económico, amigable y divertido que existe en todo el mundo y en todos los tiempos, desde su invento: la maravillosa bici.
El sistema de préstamo funciona de manera muy sencilla. Todo se hace vía internet, a través de su página oficial Bikesurf.org:
1. Hay que registrarse como usuario, llenando un pequeño formulario y envíar una copia de tu pasaporte.
2. Se elige tamaño de bicicleta, dependiendo la estatura, además de fecha en que se requiere la bici. Puede ser un día o varios.
3. A las horas o día siguiente, el staff, te envía un e-mail confirmando préstamo de bici, con las condiciones de uso, indicaciones de donde pasar a recogerla y clave del candado.
4. El día acordado, vas y recoges tu bici al lugar indicado.
5. Pedaleas, disfrutas y cuidad la bici, y al final del paseo, la regresas a donde estaba, asegurándola de nuevo con el candado.
Además de Berlín, el proyecto de Bike Surf existe en Darmstadt, Dublín, Santiago de Chile, y en otras ciudades de Polonia y Noruega. Esperan que con el tiempo, otras ciudades se vayan apuntando a la lista, la invitación está abierta a todos los interesados. Echen un vistazo: bikesurf.org
¿No es fabuloso?
¡Aaaah!, como disfruté mi primer paseo en bici.
El primero en Berlín, y el primero después de tanto tiempo sin poder subirme a una bici por el motivo que ya les he compartido en entradas anteriores.
Lunes 8 de julio del 2014.
Cuando los cachetitos sienten el viento de la libertad, es como volar.
Al ir a recoger mi bici al lugar indicado y después de abrir el candado con el código secreto, lo primero que hice fué subirme y bajarme varias veces, ajustar el asiento y dar una vuelta de reconocimiento, frenando varias veces y de repente haciendo levemente "zig zag" en la banqueta. Al ver que no me dolía nada, que me sentía segura, agusto en la bici y que funcionaba perfectamente, sonreí, y así me quedé. Entonces, con sonrisa de oreja a oreja, me lancé con precaución al ruedo citadino, a la ciclovía, al igual que muchos ciclistas capitalinos, que día a día comparten la calle con peatones, autos y autobuses...
Conforme le daba a los pedales, me iba acostumbrando y sintiendo segura. Tenía una idea de a donde quería ir, pero no sabía como llegar, así que siguiendo un poco mi intuición, y otro tanto, siguiendo algunos ciclistas, fuí acercándome a la zona turística.
Ahí, en el distrito llamado "Mitte", fuí pasando por: Fiedrichstraße, Französische Straße, Unten den Linden, Puerta de Brandenburgo, la calle 17 de junio, donde ahorita está la zona para ver los partidos del Mundial, "Fanmeile", de la cual ya les había comentado en otro post.
Luego, recorrí algunos caminos del hermoso Tiergarten, el parque más grande de la zona, el cual ahorita está en todo su esplendor. Hice una pausa, me senté en una banca, bajo los frondosos e históricos árboles, me devoré mi sandwich de quesito con tomate y leí otro capítulo de mi libro en turno, el cual me lleva directito y sin escalas a Japón.
Después de regresar en mi imaginación de la isla japonesa, continué el recorrido ciclista por Berlín, pasando por el edificio Reichstag, donde sesiona el Parlamento Alemán y cuya cúpula simboliza la reunificación alemana; luego, la Oficina de la Canciller Alemana y la estación principal de trenes.
Tomé una foto, miré el cielo, y lo ví casi negro, entonces, decidí que era hora de regresar. De nuevo, seguí mi intuición... y el río. "Todos los caminos llevan al río y de ahí, surgen otros caminos", bueno, lo digo yo. O mejor como dijo John Ray: "El que no sabe por qué camino llegará al mar, debe buscar el río por compañero".
En fin, sin planearlo tanto, el regreso lo hice por la orilla del río Spree, hasta encontrar la Friedrichstrasse, la cual en se momento, estaba llena de ciclistas, sin autos, por lo que le aplasté al pedal con ganas, sintiéndome muy agusto, libre y "cool", yo, cuerpecito latino pedaleando en Berlín. Así iba, en euforia total, cuando de repente ¡zas! que me sorprende la lluvia: primero gotitas, luego gototas...y luego ¡aguacero!. Mis lentes se empañaron, cabello mojado, blusa ¡empadada!, pero aún así, con ese look de regadera, me sentí totalmente feliz, por lo que seguí pedaleando muy sonriente, enseñando todos los dientes.
Con la lluvia me desorienté aún más, aún así, después de dar varias vueltas por el mismo lugar, atravesar grandes avenidas y cruceros, esperar a que cambiaran a luz verde los semáforos y saludar un par de veces al chofer del turibus, llegué al lugar de inicio. Estacioné la bici, la aseguré con su candado, le tomé otra foto, la abracé y le dí las gracias.
Entonces, me alejé caminando rumbo a la estación del metro, aún con la blusa húmeda y ya con las piernitas y pompis adoloridas, volteando de vez en cuando hacia atrás para ver de reojo a la bici, que yacía amarradita en su poste, esperando el siguiente usuario bicicletero.
Sin duda, una experiencia inolvidable para compartir. Berlín es muy amigable para andar en bici. Con todo mi corazón, recomiendo vivir la experiencia en pedales, y por supuesto recomiendo buscar y apoyar a Bike Surf.
Gracias, Thank you, Danke schön! :-D
BikeSurg.Org - Tiergarten, Berlín. Foto: Yadira Espinoza |
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